Situada en el pequeño pueblo Malvem, de Worcester, Inglaterra, la fábrica misma es una curiosidad. Dirigida por Peter Morgan y su hijo Charles, no es, en realidad, una curiosidad en el sentido peyorativo de la palabra, sino un excelente ejemplo de la fabricación manual, realizada por artesanos, de cada uno de los autos que produce.
Allí está la cuna de los emblemáticos Morgan 4/4, el 8 y el 4, que todavía se producen con una fuerza laboral que apenas llega a los cien trabajadores, quienes se afanan para satisfacer una creciente demanda que ha creado una cola de espera de hasta cuatro años, para recibir uno de los modelos, a partir del momento en que se cierra la compra.
Morgan sería una especie de antihéroe industrial y, como sucede con los fanáticos de estrellas de cine o del deporte, los dueños de los Morgan se identifican tanto con sus autos como para hacer cualquier cosa con tal de poseerlos.
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